«Me volví loco, con largos intervalos de horrible cordura».
Edgar Allan Poe.

martes, 14 de abril de 2015

Encima mañana da agua

—El problema es que tú no sabes decir que no y encima mañana da agua —repetías sin cesar.

Pues sí, tenías razón, en todos los informes meteorológicos auguraban una gran cantidad de precipitaciones en todo nuestro territorio nacional, pero ¿y qué? Siempre esperé a que rompiese a llover y, cuando pensaba que llegaba mi turno, todo se desvaneció sin más. El mago ocultó el conejo en su chistera y se olvidó de él. Pero, con lo caótico del espectáculo, parece que ha recobrado la cordura y aquel asustado roedor hizo su estelar reaparición.

—Es lo que siempre haces: confundes amor con admiración —decías de nuevo ante mi afligido rostro.

Es cierto, no te lo puedo negar, hay términos que no consigo distinguir: tú y yo, amor y admiración, ella y ella misma. ¿Ves? Sigo mezclando términos y, al final, no obtengo nada. Siempre te vi como separada del resto, distinta, despertabas algo en mí, pero no, no se trataba de eso, era algo más mundano, más engañoso. Era yo, obsesionado con mi idea de admiración, la cual había delimitado con sumo cuidado nada más comenzar, pero esos límites se fueron diluyendo, como aquel mago que olvidaba a su aterrado conejo en la chistera sin saber que aquel pequeño roedor de ojos azules era, en realidad, la estrella de aquel caótico espectáculo. Sin embargo, la diferencia entre una función y otra residía en que de la chistera, en vez de un conejo, saldría un nubarrón negro dispuesto a diluviar.