«Me volví loco, con largos intervalos de horrible cordura».
Edgar Allan Poe.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Cierra fuerte los ojos

Cierra fuerte los ojos. Por favor, ciérralos bien fuerte.

No puedo mirarte sin evitar que mis lágrimas broten y me ahoguen en este desconsuelo. Me tumbo a tu lado, llorando en silencio para no interrumpir tu ligero letargo, escuchando a unos pulmones cada vez más demacrados por la metástasis. Lloro, aquí a tu lado, para ser yo el que sufra. Pensando que así, por algún casual, sufriré yo y no tú, o por lo menos compartiremos este dolor. Pensando que así te podré aliviar este sufrimiento injusto. Sin entender que jamás se podrá compartir el sufrimiento; ni consolar al desconsolado.

Y en el que pensaba que era el éxtasis del sufrimiento, sentí cómo te marchabas. Cómo te escapabas de mis brazos por última vez para salir corriendo, quizá, a algún lugar donde no exista el dolor. Fue entonces cuando comprendí la volatilidad de la vida, cómo la realidad se convierte en pesadilla y cómo el desconsuelo más profundo flota en gritos ahogados de dolor.

Es ahora cuando me toca a mí cerrar fuerte los ojos. Por favor, Jesús, ciérralos bien fuerte. Solo así, quizá, consigas retener estas lágrimas que derraman tus ojos desconsolados.