«Me volví loco, con largos intervalos de horrible cordura».
Edgar Allan Poe.

jueves, 12 de febrero de 2015

Esa habitación a media luz

Evidentemente no. Nada se olvida así porque sí, y ésto en concreto necesitará de toda una vida para borrarlo de mi mente.

Explícame, por favor, cómo voy a poder olvidar aquella conversación en mitad de la noche con las manos temblando, las lágrimas asomando y el corazón agitando todo mi cuerpo. Nunca antes había sentido tanto miedo a lo que podría pasar después de pronunciar aquellas palabras. ¿Seguirá todo igual? ¿Cambiará algo para mejor, para peor? El caso es que lo hice, pero no en la medida que me hubiese gustado y, ahora, míranos: salimos indemnes de aquel fatídico accidente como si todo aquello fuese irreal.

Tuve dos elecciones, y, quizá, elegí la fácil. O quizá fue la opción difícil al tener que obligarme a encerrarte en esa habitación a media luz que es la memoria. Fue doloroso cuando estuvimos realmente cerca, cuando casi podía respirar el aire que exhalabas, cuando pude sentir a flor de piel tus deseos, tus ilusiones. Y, ahora, veo cómo mis ilusiones se difuminan en un horizonte donde, en cada amanecer, nace la Luna en vez del Sol y nos volvimos frío y oscuridad cual pesadilla, nuestra peor pesadilla favorita.